viernes, 30 de marzo de 2012

LOS JUEGOS TRADICIONALES

En el patio de nuestro colegio Cervantes hemos dibujado diferentes Rayuelas.
La Rayuela es uno de los juegos más antiguos y conocidos en todo el mundo. Su origen no se conoce con exactitud pero se remonta a las civilizaciones egea, griega y romana. Una de las versiones conocidas explica que fue inventada por un monje español que quiso reflejar en el juego la vida misma, con el nacimiento, el crecimiento, los problemas y las dificultades, la muerte y la meta final, el cielo. Por eso, en algunos países pintan un cuadro que precede al número 1 donde escriben Tierra, y un último cuadrado al que llaman Cielo, donde se puede descansar y apoyar los dos pies.
Tiene diferentes nombres dependiendo del país, en España se llama también Tejo, Calderón, Pata coja, etc. En Chile se la llama Luche o Huche; en Colombia Golosa o Carroza; en Portugal J
uego del diablo o Juego del hombre muerto, en Italia se llama Mundo; en Venezuela: El juego de la Vieja; en México Tejo.





jueves, 1 de marzo de 2012

MUY INTERESANTE: LEE CON ATENCIÓN Y ESCRIBE UN COMENTARIO CON LO QUE MÁS TE LLAME LA ATENCIÓN




Damos nuestro más sincero agradecimiento al autor de este detallado testimonio: Don Antonio Redondo García

Soy un ex-alumno del GRUPO ESCOLAR CERVANTES, y voy a explicarles, a grandes rasgos, de cómo estaba distribuido el Colegio y como yo le conocí durante el tiempo que yo permanecí en él, que fue en el período comprendido desde septiembre de 1945 (con seis años de edad) hasta septiembre de 1951.
La entrada principal estaba en la calle carrera de Santo Tomás, lo que hoy es la calle Jesús del Gran Poder, por donde entrábamos al patio principal a través de una puerta de hierro, y de ahí pasábamos a las aulas o grados que era como les llamábamos en aquella época.
El colegio estaba dividido en grados: 1º, 2º, 3º, 4º, 5º, 6º, cuatro de estos estaban en la parte baja del edificio, que eran 1º y 2º, en el ala izquierda según entrábamos al colegio, y en el ala derecha, estaban 3º y 4º y en la parte alta se encontraban los grados de 5º y 6º, que se ascendía a ellos por medio de una escalera, que estaba en el interior del edificio, y que se pasaba a ella a través del pasillo que se comunicaba con las aulas de 1º, 2º, 3º y 4º, y en esta escalera había una barandilla con un pasamanos de cobre que  brillaba como un espejo, por que los alumnos en vez de bajar por los peldaños que era  lo más normal, bajábamos deslizándonos por la rampa, para bajar más rápido.
En el portal de la parte izquierda se encontraba el despacho del Señor Director y también había una puerta que daba acceso a la parte de atrás del colegio, que se comunicaba con un soportal, y a la izquierda de éste se encontraban los servicios de los más pequeños  (1º y 2º), y en el frente de este soportal, había una escalera con una barandilla hecha de ladrillo, por donde se bajaba al patio. En este patio había varios árboles, que servían para dar sombra a los alumnos, y también había en el centro del patio un pozo, o por lo menos el brocal de éste, tapado con una tapa de hierro  y cerrado con un candado para que nadie pudiera abrirlo, que era una medida de seguridad para los alumnos.
También existía una puerta metálica en el centro de la pared que dividía el patio de los de 1º y 2º con los demás grados.
Lo mismo pasaba en la parte derecha de 3º y 4º, también había una puerta que daba acceso a un soportal y a la derecha de  este se encontraban los servicios de los mayores (3º, 4º, 5º, 6º) y desde el soportal se bajaba al patio donde jugaban los mayores, pero en este patio no había sombra ninguna.
Y los soportales servían para pasear los maestros y a la vez que charlaban entre ellos también controlaban todo lo que pasaba en ambos patios con los alumnos: si discutían o se peleaban que era lo  más normal.
En relación a los maestros, durante el tiempo que yo permanecí en él, fueron los siguientes: En 1º: DON BENEDICTO Y DON RAMÓN; en 2º DON ANTONIO, en 3º, DON PEDRO Y DON EMILIANO AREVALO, en 4º: DON TOMÁS, en 5º: DON JOSÉ,  en 6º: DON FEDERICO, y como director estaba DON NICASI MUÑOZ. También había otro maestro que era el que nos daba clase de música, sin ser música, solo que lo llamábamos así porque nos enseñaba a conocer canciones populares dos horas a la semana.
Luego vinieron más maestros, porque se murió Don José y se marcharon Don Benedicto y Don Ramón, y entraron a formar parte del grupo de maestros DON PERFECTO Y DON MERENCIANO. Y así hubo un cambio de maestros con arreglo a las aulas.  Don Tomás pasó a primero; Don Emiliano Arévalo pasó a cuarto y después a quinto, que fue con el profesor que yo más tiempo estuve, porque a la vez que le pasaban a él de grado yo pasaba con él.
Bueno si me dan ustedes cuenta al nombrar a Don Emiliano, le nombré con el apellido y a los demás no. Lo primero es porque no estoy muy seguro de cómo se apellidaban, pero en el caso de Don Emiliano Arévalo, había otro maestro que se llamaba Don Emiliano Bernabé, este es el más conocido porque a este maestro le han puesto una calle en Ávila y por esto lo detallo para que no haya dudas.
Y en relación a la conservación del colegio, pues la verdad es que estaba bastante bien, pues los servicios estaban alicatados de azulejo blanco, y los sanitarios eran de los que había que ponerse en cuclillas para hacer las necesidades mayores, y estaban separados por tabiques y protegidos por puertas de vaivén, pero sin cierre ninguno, como medida de seguridad para que ningún niño quedase incomunicado.
En relación a las aulas, tenían unos ventanales muy grandes por donde pasaba mucha luz solar durante todo el día.
Con respecto al mobiliario de las clases, si yo no recuerdo mal, había dieciséis mesas o pupitres como se les llama ahora, con asientos dobles, para un total de 32 alumnos por clase. También había una mesa para el maestro, un encerado o pizarra adosada a la pared, dos mapas, uno con los nombres de las provincias españolas, y otro con el nombre de los ríos y las cordilleras más importantes de España.
También existía un cuaderno que llamábamos de rotación, que como su nombre indica, servía para que los alumnos más sobresalientes o que mejor caligrafía tenían, el maestro les hacía escribir en él, de lo cual yo no me encontraba entre ellos, pues yo he sido una persona muy nerviosa y he sido muy mal dibujante, pues para que se hagan una idea, cuando me examiné para la Guardia Civil, para empezar a escribir tenía que apoyar la pluma bien en el papel de lo que me temblaba el pulso.
También había una estufa en un rincón de la clase, de la que yo era el encargado de encenderla todos los días y para eso tenía que en entrar un poco antes que los demás compañeros, para que cuando empezasen las clases, el aula tuviera buena temperatura, y ésta se alimentaba de carbón mineral, y para encenderla teníamos que ir a la carpintería del Señor Galloy a coger virutas que él sacaba al cepillar la madera, la carpintería estaba al final de la Cuesta Antigua, haciendo esquina a la calle del colegio, nada más cruzar la calle.
Antonio Redondo García